domingo, 6 de noviembre de 2011

IX- First time - Parte última.
Me dio vuelta y me penetró por atrás. Brutalmente. Sin piedad. Sentía el peso de su cuerpo sobre mí y el dolor que me dejaba sin fuerzas. Jamás había sentido un dolor así. Alguna vez me había caído, había herido mi piel y hasta una vez me fracturé un brazo. Incluso, había jugado juegos sexuales sadomasoquistas de realidad virtual. Pero jamás había sentido ese tipo de dolor. Un dolor interno, orgánico. Un dolor en donde yo desaparecía, donde mi cuerpo no respondía. Donde lo externo desaparecía y por primera vez tuve conciencia de mi cuerpo desde adentro hacia fuera. Por primera vez, la piel dejaba de ser lo que me conectaba con el mundo. Y eso inauguraba una nueva percepción. El mundo se me metió dentro, por el culo. Y el dolor se convirtió en un universo insoportable e inasible. Como un orgasmo, pero irremediable.

martes, 25 de octubre de 2011

First Time - Parte 3: Mirame y no me toques: tocate
Dijo que nos calentábamos de esa manera porque éramos personas “que pensábamos mucho”. Hablamos de nuestras historias como quien cuenta una película, soy buena narrando y él también, por eso nos divertimos. Las pausas del chat se desvanecen en vivo, no se puede poner “perdón, estaba en el baño”, “perdón, me sonó el celular”, “se me cayó Internet”… No. Hay que soportar el silencio y las miradas y el olor de la piel.
Tomamos vino, mucho vino y yo ya tenía muchas ganas que me coja, que me penetre, que era justo lo que había dicho que no iba a hacer. El dijo que su paranoia no le permitía hacía años tener sexo real con ninguna mujer, y la verdad era que casi nadie ya lo tenía. Sólo en el campo, en lugares muy subdesarrollados tenían ese sexo antiguo y brutal que exigía una penetración ajena. Nosotros, hombre y mujer de esta generación sólo por “pensar demasiado” desafiábamos al cuerpo.
Nos temblaba la voz. Pero él sabía que yo no tenía bombacha y yo sabía que él sabía.
Al rato, al mucho, rato, al rato de hablar de nuestras infancias-adolescencias-padresseparados, me dijo “levantate el vestido” Yo puse una pierna sobre la mesita y la otra sobre el apoyabrazos el sillón. Levanté, tan lento, tan lento, tan lento, tan lento, mi vestido. Sentí correr la tela sobre mis piernas, sobre mis muslos. Y el cinto de mi vestido, quedar justo sobre la línea irregular que dibujan los labios de mi concha. Me dijo “todo” y yo, como acariciándome, como masturbándome, como deseando que fueran sus dedos y no mi vestido, corrí ese eterno y verde pedazo de tela. Quedé al desnudo. No, estaba completamente vestida. Mis pies adentro de mis medias, adentro de las botas, mi cuerpo bajo el vestido. Sólo mostraba para su goce, para mi regocijo: mi concha frágil, temblorosa, húmeda, ardiente de deseo. Al final, me sentía poderosa. Mi poder estaba en mi exposición, en mi desnudez, en mi obscenidad, en mi valentía. “Tocate” ordenó y yo obedecí, sabiendo que era yo quien mandaba.

lunes, 24 de octubre de 2011

IX- First time - Parte 2: La felicidad de los tontos
Lo vi y pensé que no hablaríamos de nada, que sólo me gustaba hablar con él por chat. Jugar a tener sexo salvaje por Internet. Pero luego hablamos de cuando éramos niños y de cuando éramos tontos. Y él dijo que para ser feliz había que ser un poco tontos. Y eso me gustó. Le conté de mi miedo a ser tonta. Dijo que la tontera era algo que había que practicar, aprender. Hacer cosas inútiles, como coleccionar juguetes, ser fanático de una serie de tv o jugar videojuegos de realidad virtual. Le dije que jamás los había jugado, aunque al instante me di cuenta que lo que hacía ahí, con él, en esa casa, era jugar juegos de realidad.

viernes, 21 de octubre de 2011

IX- First time – Parte 1: La promesa
El prometió que nunca me tocaría, que como toda buena chica de familia, solo haríamos el amor virtualmente. A lo sumo una webcam, a lo sumo. Pero vino desde Shangai y me dijo que deberíamos vernos, de verdad, de la forma en que sus padres se vieron y que deberíamos experimentar eso. Dudé. Le dije sí, pero que antes de tocarme tenía que esperar que le diera el password.
Le dije que no usaría ropa interior aquella noche. Le dije y él lo sabía.
Esa noche nos vimos-vimos, en persona digo. Nos olimos. Supe de la temperatura y la textura de su piel. De a poco, muy tímidamente se acercó, me saludó, me dió un beso en la mejilla. Después de haberle mostrado mi clítoris por webcam, después de haberle visto eyacular por skype, ese beso en la mejilla era una obscenidad.

martes, 4 de octubre de 2011


VIII – Superpoderes

Puedo respirar muy profundamente, inspirar mucho. Demasiado aire, ensanchar mis pulmones al punto de hacer estallar mi obi, el lazo que ciñe mi cintura.
Lo aprendí de poco, practicando obsesivamente por el terror a ahogarme que tengo desde el primer instante en el que vi el mar.
Una vez, contuve tanto el aire que salí disparada al techo como un imán. Al exhalar caí estrepitosamente. Lo seguí practicando. Me golpeaba, mi piel blanca estallaba en sangre y moretones, pero jamás me quebré ningún hueso. Seguí intentándolo porque tengo más miedo al mar que al aire.

El punto está en la fuerza que hago contra el techo para contener la respiración. Una vez que lo comprendes es simplísimo. El permanecer arriba no es más que hacer fuerza para contener el miedo a caer.


sábado, 1 de octubre de 2011


VII – Resacas de mi primavera punk

A la tercera vez que le denegué la solicitud de amistad en Facebook a @chicolisto, vino a mi clase, en un recreo, me tomó de los pelos y me obligó a conectarme desde su blackberry y aceptarlo. Grabó mi contraseña y me besó en la boca. Me besó como si fuera a golpearme. Me sentí aturdida y aliviada y lo dejé ir. No sabía si ya estaba aburriéndome o había empezado a amarlo. Me daba igual: el aburrimiento y el amor, en algún momento, se terminan. Padre dice que no debo sentir dolor.


viernes, 30 de septiembre de 2011


VI – Parte II

Haceme moretones como estrellas.
Como pis de perro,
Marcame,
delimitame el cuerpo.
Señalame antes ojos ajenos.
Señalá que ya me has cogido.
Y que me dueles. O me has dolido.

El moretón nos sincera.
Verdad violácea.
La del cuerpo.
La de la sangre agolpada.

Mordeme.
Que aquí estamos para morir,
en este presente sin consecuencias.
En este futuro ausente.

Mordeme.
Que el amor nos ha fallado de nuevo
y este silencio,
a falta de promesas,
se llena de gritos.